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  • Foto del escritor: Alexandra Barrera
    Alexandra Barrera
  • 8 may
  • 4 Min. de lectura

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De Colombia a Canadá: La Aventura Épica de Dos Enfermeros Persiguiendo un Sueño

 

Hoy somos Alexandra y Leonardo, un par de enfermeros colombianos egresados de la Fundación Universitaria del Área Andina. Después de la pandemia, un evento que cambió la vida de todos, comenzamos a pensar en algo grande: migrar. Nos hacía falta algo más, algo que en Colombia ya no nos llenaba del todo. Y, como en todo sueño, comenzamos a explorar posibilidades.

Nuestro primer destino fue Alemania, un país con un programa de inmigración para enfermeros que parecía ser la oportunidad ideal. Sin embargo, nos encontramos con la dura realidad: no podríamos ejercer como enfermeros de inmediato. Tendríamos que empezar como auxiliares, lo que implicaba aprender el idioma a un nivel avanzado. ¡Y vaya que nos costó! Las clases de alemán se nos convirtieron en un desafío que, aunque intentamos superar, no logramos con el mismo entusiasmo. Entonces, decidimos buscar otra opción y nos inclinamos por España.

Así que, con la ilusión en el corazón, comenzamos a planear un viaje por Europa, buscando nuevas aventuras, nuevas ciudades, nuevos países… y un futuro profesional mejor para nosotros y nuestros hijos. No había vuelta atrás, y mientras nos sumergíamos en el proceso de homologación de nuestros títulos, el mundo comenzaba a girar en torno a un fenómeno: Estados Unidos.

Con miles de enfermeros intentando homologar sus credenciales y presentar el examen NCLEX, nos preguntamos: "¿Y si Estados Unidos es nuestra gran aventura?" Y así, comenzó nuestra travesía por los complejos trámites migratorios estadounidenses. Sabíamos que sería un camino largo, lleno de altibajos y, sobre todo, de inversiones en cosas que no podríamos tocar ni ver de inmediato. Pero decidimos seguir adelante.

El marzo del 2022 nos trajo una carta de autorización para tomar el NCLEX, y ahí fue cuando comenzamos a ver la luz al final del túnel. La emoción crecía, pero también las preguntas: "¿Podremos lograrlo? ¿Seremos capaces de escalar esta montaña?"

Con un mar de dudas, creamos estrategias, nos apoyamos el uno al otro y decidimos dar el siguiente paso. Pero había algo en lo que no habíamos caído en cuenta: nuestro inglés. Sabíamos que debíamos mejorar nuestra competencia en el idioma si queríamos tener una oportunidad real. Sin embargo, no contábamos con que nuestro compromiso no sería suficiente. Estudiábamos en ratos libres, sin la dedicación necesaria. Y aunque nuestro inglés mejoraba (si es que se le puede llamar así), no era suficiente para enfrentar el reto que teníamos por delante.

Y entonces, ocurrió. Después de seis meses de lucha constante, recibimos la aprobación para presentar el examen NCLEX. Pero ahí estaba el siguiente desafío: ¡nuestro inglés! Ya no podíamos seguir engañándonos. Decidimos que la única forma de aprender inglés de verdad era sumergirnos en un país angloparlante. Pero, como padres de tres hijos, tomar decisiones como esta no es fácil. Estábamos entre un mar de incertidumbres.

Optamos por Australia, pensando en la oportunidad de trabajar mientras aprendíamos inglés. Pero el proceso de convalidación de enfermería era mucho más complicado de lo que pensábamos. Decidimos entonces dar un giro y mirar a Estados Unidos... pero, por supuesto, nos negaron la visa. Dos veces.

Y ahí, en ese momento de frustración, vimos una luz. ¡Canadá! Un país con una reputación impresionante y una vida que no solo giraba en torno a la nieve. Pero... ¿y el frío? Nos decidimos a investigar, y en el camino, descubrimos que no todo el año era un congelador gigante.

Fue entonces cuando una amiga publicó fotos en Facebook con la leyenda "Estoy en Canadá". Vi las fotos y ¡boom! No todo es hielo y montañas cubiertas de nieve. ¡Era hora de arriesgarlo todo!

Vendimos parte de nuestros ahorros, tomamos la decisión de salir del país y embarcarnos en esta nueva aventura. Habíamos decidido que, si no logramos llegar tan lejos, al menos aprenderíamos inglés y tendríamos una mejor oportunidad en el futuro. Pero aquí venía nuestro error... Pensamos que con inmersión en menos de seis meses seríamos tan fluidos como nativos. ¡Jajaja! ¡Qué risa! No hicimos lo que era necesario, ¡y llegamos a Canadá solo sabiendo decir "My name is..."!

Con el corazón lleno de emociones y un par de lágrimas por dejar a nuestros hijos, emprendimos el viaje. ¡Solo iban a ser seis meses! Y con esos seis meses, planeábamos darle a nuestra familia un futuro mejor.

Así que, empacamos nuestras vidas, nuestros sueños, nuestras esperanzas… y un montón de abrigos que no nos servían para el invierno canadiense. Llegamos a Toronto, una ciudad majestuosa que nos recibió con una mezcla de belleza arquitectónica, lagos, y un clima mucho más frío que el de Bogotá. Pero, ¡hey! El cambio no nos afectó tanto como pensábamos.

Nos sentimos en una montaña rusa de emociones, pero nos mantuvimos firmes. En nuestro primer día de clases, nos enfrentamos a un test de inglés. Nivel 3. Es decir, A1. ¡Nunca habíamos hablado inglés como debía ser! Nos vimos ante una frustración gigantesca, ya que no podíamos pedir un café sin tropezar con las palabras. Y ahí, mientras tratábamos de entender qué estaba pasando, nos dimos cuenta: esto no iba a ser fácil. Pero, ¿quién dijo que los sueños serían fáciles de alcanzar?

En la historia de migrar, a veces las lágrimas son más grandes que las risas, pero lo cierto es que cada paso, cada dificultad, cada sorpresa… nos lleva más cerca de nuestra meta. Y, aunque nos enfrentamos a todo tipo de juicios, dudas y desafíos, aquí estamos, listos para seguir soñando, aprendiendo y, lo más importante, creciendo.

Y es que, ¿quién dijo que migrar sería solo un desafío? ¡Es una aventura épica!

¡Continuará…

 

 
 
 

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